El año 1984 fue muy duro,
por lo menos en fábrica Madrid, por diversos motivos, posiblemente
la negociación del Convenio Colectivo, hubo numerosos días de huelga con las
consecuentes pérdidas salariales.
Uno de mis mayores defectos,
o quizás debería decir virtudes, es que nunca he sido previsor, la cartilla
de ahorro siempre ha sido una desconocida para mi.
Entonces nos dijimos en casa
aquello de "¡que
jodidamente se presenta el próximo mes!"
Me plantee pasar por casa de
mis padres para
sablearles con la petición de un préstamo, la idea me repugnaba, y no
porque temiera la frase esa de "ya te lo decía yo...".
Por primera, y creo que
única vez en mi vida, lamenté mi falta de previsión.
Aunque no sus secuelas, los conflictos laborales habían
llegado a su fin, pues se empezó a hablar sobre el reparto de medallas. En
ese año todavía éramos
FEMSA
aunque ya pertenecíamos a
BOSCH. Los
Caprile ya
no eran los dueños. Si la memoria no me falla Mario
Caprile
seguía en el puesto de Director General y a él le correspondía entregarme la
medalla de
oro
Bien porque los conflictos también dejaron tocada a la
dirección y sin ganas de fiestas, desde el departamento de Personal llegó
el comunicado de que la concesión de la medalla era opcional, o medalla o
el dinero en metálico de su coste.
¡Convertí la medalla en mi particular caja de resistencia!
Salvé el mes.